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Antología Poética. El Salvador (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Me aferro a mis
razones,

a las pocas raíces que la
vida

me ha ido creciendo en el
alma

Pero me empujan las
estrellas

que te brillan en el
fondo

y, como otra Margarita
traviesa,

me inclino desde el borde de tus
labios

tratando de atraparlas.

Entonces me resbalo,

me resbalo,

me resbalo,

caigo sin voluntad en tu
deseo…

Aquí no hay
elefantes

ni dos ni
cuatrocientos,

aquí

las plumas de tus
manos,

aquí

mi piel vistiéndose de
versos.

COMPAÑERA
CÓSMICA

Alfonso Fajardo

He terminado con las palabras. Me
bastan

sus tibios senos para dormir esta
noche.

Suficientemente he copulado con ella,
en la lengua de mi sueño

queda su aceite, en mi nariz su barro
y sus poros

en mis ventanas. Parte de mí,
también, en ella vive;

mis líquidos circulan en sus
muslos, en su vientre maduran brasas

y en su boca aún se mantiene
firme, como el árbol de sangre de los
recuerdos,

mi mórbida locura de volcanes
que bullen en su ciudad.

No hay remedio, lisiados hemos quedado
para siempre.

Cuando te alejás,
inexorablemente

arrastrás mi fuego, huís
de una mecha perpetua, encendida,

que en medio de tus piernas tiene su
destino.

Yo, por mi parte, cargo con todos tus
miembros,

con tus jadeos y gemidos despierto,
respiro

tus pensamientos y mi extendida piel
recuerda tu olor.

Mutilados quedamos, pequeña.
Mutilada de vos

que caminás sin las piernas que
me pertenecen, sin el pubis

que es mi casa, sin tus pechos que son
mi almohada.

Mutilado de mí que voy sin los
ojos que robaste,

sin mis manos que guardás en tu
mesa de noche, sin mi cabeza

que tu ingle devoró, sin mis
neuronas que tu inteligencia borraron.

Mutilados ambos, niña mala,
porque tu cuerpo me piensa

y porque te piensa mi cuerpo, y ello
es suficiente, pequeña,

para dormir en esta noche
interminable.

HIJA DEL ABANDONO

Alfonso Fajardo

Vuelvo a vos, pequeña normal,
ahora que todos

los sortilegios y pétalos
mueren.

Es agradable salir a vivir la
vida,

recibir sus piedras y sombras, y
luego

-después de un largo
período de ausencia, desvarío

y embarazo-encontrarte
lánguida

en el lugar de siempre, a la hora
más necesitada.

A veces la tierra mojada se cruza en
mi camino

y con su olor me entretengo,
olvidándome

de las esferas celestes de tu rostro,
tus glúteos y tus pechos.

No me culpo. Mientras dura su
embriaguez –su efecto

de alucinógeno-, es
hermosa

la montaña rusa de los moteles
y las habitaciones parentales.

Todo entonces es un caracol, una
bella

cárcel de órbitas de
agua de pan, una fruta inoculada

con la cicuta del deseo, una cuchara
hirviendo

en el punto de ebullición de la
locura.

pero la nariz termina su
paseo

por los viveros de otro continente, y
es ocaso

el baile del ojo cuando en la sangre
cabalga.

Vuelvo a vos, hija del abandono, a la
hora

de la noche en que la lluvia baja por
mi garganta.

Sólo vos podés mandar al
carajo las serpientes de mis sueños,

enterrar – por el transcurso de
una mirada-

la flor del delito que me inmola en tu
blanco lecho.

Vuelvo a vos y no sabés que he
regresado,

a tu cueva no sabés que he
vuelto a mirar y deslizar

mis manos bajo tus faldas, virtual
vientre, amante incondicional,

pequeña sacerdotisa que
sabés perdonar mis pecados y borracheras.

A vos vuelvo, y es como si de pronto
abrazara la tabla

que me rescata del naufragio; la
pastilla, del frío; la copa, de la resaca.

Vuelvo a vos, incólumne
niña de sexo eternamente fresco,

para seguirte acariciando, cual
sacrílego prometeo, después de la embriagante
estela

de tierra mojada y a la hora que todos
los sortilegios y pétalos mueren.

A vos vuelvo, y me estrechás
con ternura en tu regazo, poesía,

y mi tristeza se pone feliz en tu
pecho generoso.

LA MUJER DE MI VIDA

Alfonso Fajardo

Me ha convencido, me lo ha
demostrado

su fría manera de presentarse,
su forma

de hacerse sentir me ha
convencido,

me ha vencido.

Entierro esta forma payasa de
vida,

esta piel de escamas que saco a pasear
por los días

y la multinacional costumbre de
perderme en sus laberintos.

Voy en un bus que sabe de mis
ceros,

la muchacha risueña que va a mi
lado lo intuye,

nerviosa trata de reconfortarme, pero
yo,

en la medida de lo posible, la evito
como flor salvaje que rascara mis cicatrices.

Ella es la costumbre, la mujer de mi
vida,

la que me espera en casa, la
única voluntaria

de serme fiel en la podredumbre de mis
pasos.

Uno espera el alba, los pájaros
del sueño;

y he allí el error, la
ingenuidad: sólo el mal

se obtiene, el excremento se patea, a
cántaros

baña su agua negra que es
abundante y el hígado atiborra.

Pero ella insiste, por más que
intento

la separación ella me persigue
como sombra a su dueño,

a veces logro evadirla con la ayuda de
otro cuerpo,

de otros labios; pero en la noche,
cuando arribo a mi oscura habitación,

ella está allí
esperándome

en la cama, esperando

ser penetrada.

¿Qué puedo hacer sino
amar su vehemencia,

lamer sus pechos,

quererla?

El bus semi lleno bufa cavilaciones y
mi destino está cercano.

La muchacha risueña que va a mi
lado me ha convencido,

me ha vencido, y yo la abrazo con toda
la alegría

de una calle sin salida. Anuncio mi
parada

y el bus se detiene en medio de la
ciudad, en medio de la nada.

Yo me bajo y tras de mí viene
ella, ella

que es la costumbre, la mujer de mi
vida,

mi gran compañera, la
soledad.

EL NIDO

Alfredo Espino

Es porque un pajarito de la
montaña ha hecho,

en el hueco de un árbol su nido
matinal,

que el árbol amanece con
música en el pecho,

como si tuviera corazón
musical…

Si el dulce pajarito por entre el
hueco asoma,

para beber rocío, para beber
aroma,

el árbol de la sierra me da la
sensación

de que se le ha salido, cantando, el
corazón…

LAS MANOS DE MI MADRE

Alfredo Espino

Manos las de mi madre, tan
acariciadoras,

tan de seda, tan de ella, blancas y
bienhechoras.

¡Sólo ellas son las
santas, sólo ellas son las que aman,

las que todo prodigan y nada me
reclaman!

¡Las que por aliviarme de dudas
y querellas,

me sacan las espinas y se las clavan
en ellas!

Para el ardor ingrato de
recónditas penas,

no hay como la frescura de esas dos
azucenas.

¡Ellas cuando la vida deja mis
flores mustias

Son dos milagros blancos apaciguando
angustias!

Y cuando del destino me acosan las
maldades,

son dos alas de paz sobre mis
tempestades…

¡Ellas son las celestes; las
milagrosas, ellas,

porque hacen que en mi sombra me
florezcan estrellas!

Para el dolor, caricias; para el
pesar, unción;

¡son las únicas manos que
tienen corazón!

(Rosal de rosas blancas de tersuras
eternas:

aprended de blancuras en las manos
maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas
escondidas,

cuando tengo las alas de la
ilusión caídas,

¡las manos maternales
aquí en mi pecho son

como dos alas quietas sobre mi
corazón!

¡Las manos de mi madre saben
borrar tristezas!

¡Las manos de mi madre perfuman
con ternezas!

LOS OJOS DE LOS BUEYES

Alfredo Espino

¡Los he visto tan tristes, que
me cuesta pensar

como siendo tan tristes, nunca pueden
llorar!…

Y siempre son así: ya sea que
la tarde

los bese con sus besos de suaves
arreboles,

o que la noche clara los mire con sus
soles,

o que la fronda alegre con su sombra
los guarde…

Ya ascendiendo la cuesta que lleva al
caserío,

entre glaucas hileras de cafetos en
flor…

o mirando las aguas de algún
murmurador

arroyuelo que corre bajo un bosque
sombrío…

¿Qué tendrán esos
ojos que siempre están soñando

y siempre están
abiertos?…

¡Siempre húmedos y vagos
y sombríos e inciertos,

Cual si siempre estuviesen en silencio
implorando!

Una vez, en la senda de una gruta
florida

yo vi un buey solitario que miraba los
suelos

con insistencia larga, como si en sus
anhelos

fuera buscando, ansioso, la libertad
perdida…

Y otra vez bajo un árbol y
junto a la carreta

cargada de manojos, y más tarde
en la hondura

de una limpia quebrada, y en la
inmensa llanura,

y a la luz de un ocaso de
púrpura violeta…

¡Siempre tristes y vagos los de
esos reyes

que ahora son esclavos! Yo no puedo
pensar

cómo, siendo tan tristes, nunca
pueden llorar

los ojos de los
bueyes…

UN RANCHO Y UN LUCERO

Alfredo Espino

Un día — ¡primero
Dios! —

has de quererme un
poquito.

Yo levantaré el
ranchito

en que vivamos los dos.

¿Qué más pedir?
Con tu amor,

mi rancho, un árbol, un
perro,

y enfrente el cielo y el
cerro

y el cafetalito en
flor…

Y entre aroma de
saúcos,

un zenzontle que
cantara

y una poza que copiara

pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres
queremos,

lo que los pobres
amamos,

eso que tanto adoramos

porque es lo que no
tenemos…

Con sólo eso, vida
mía;

con sólo eso:

con mi verso, con tu
beso,

lo demás nos
sobraría…

Porque no hay nada
mejor

que un monte, un rancho, un
lucero,

cuando se tiene un "te
quiero"

y huele a sendas en
flor.

ARCO IRIS

Álvaro Menén
Desleal

Hamaca de siete
paños

En que se mece la
brisa.

Listón que han puesto las
nubes

Colgando en la
lejanía.

Banderola de
señales;

Semáforo sin
esquinas.

Alada cuerda de seda

Donde los pájaros
brincan.

Alfabeto del color

Con que se escriben los
días.

Cartelón de
propaganda

En que se anuncia
anilina.

Viudo párpado del
cielo

Y divorciada pupila.

Iris, policroma flor

Sin aroma y sin
espinas.

¡Siete lazos con que
Dios

ata las siete cabritas!

OÍDLO: ESTA ES MI
VOZ

Álvaro Menén
Desleal

Oídlo: esta es mi voz y este es
mi acento

Y es esta su más casta
vestidura.

Esta es mi voz que se fugó en
el viento

De los fieles cristales de su
altura.

Esta la voz que me inspiró el
acento

Para ser un Quijote en la
aventura:

En su aliento prospera el
sentimiento

De que es cielo esta gris
arquitectura.

Esta la que en mis júbilos
sencillos

Ha derribado todos sus
castillos

Para ver una nueva
dimensión;

La que canta mis dichas y mis
duelos

Y os da, para alegrar vuestros
desvelos,

El vino de mi rojo
corazón.

ROMANCE DE SAN
ANDRÉS

Álvaro Menén
Desleal

Se ha cubierto el San
Andrés

De un amarillo
amarillo,

A la luz del sol
semejante

Por lo encendido
encendido.

A cada soplo del viento

—de diciembre frío
frío—

Se le caen las campanas

Al San Andrés
Florecido.

Del árbol de San
Andrés

Las flores se han ido
ido,

Navegando en la vereda

Celeste de río
río

¡Campanas del San
Andrés

Del amarillo amarillo,

Buscad luego un
campanero

Para alegrar el
oído!

El árbol de San
Andrés,

Mientras camino camino,

Me guía por las
veredas

Con su amarillo
amarillo.

San Andrés de las
Campanas

Florecido florecido,

Aún lejos de la
patria

No te eché nunca en
olvido.

San Andrés de las
campanas;

San Andrés
verde-amarillo.

AMOR, ERES LO ÚNICO QUE
TENGO…Carmen González Huguet

Amor, eres lo único que
tengo,agua que entre mis dedos se diluye,que cuanto más
persigo, más me huye,por más que mi penar sin fin
prevengo.

Tenaz tormento que al latir
sostengo,casa en la arena que el azar destruye.

Lunar marea, medra y disminuyela
herida de vivir que en ella vengo.

Rota de sed, desnuda y calcinada,mi
boca tu veneno dulce bebey bebe tu palabra alucinadami
oído fiel.

Cautiva en tu miradase me queda la
piel enamoradadel borbotar templado de tu nieve.

Humo toqué: ceniza, viva
llama,

Y me quemé las manos y el
aliento.

Nadie condene el daño que
consiento:Soy víctima y verdugo de mi
drama.

Soy quien muere de sed y quien
derrama

El agua que le sirve de
sustento,

Quien construye su gozo y su
tormento,

Quien dispone los hilos y la
trama.

Que no encuentre consuelo quien
remiso

A la cordura fue, huésped
esquiva

De la ilusión que en polvo se
deshizo,

Quien por su mal se quiso ver
cautiva

De ese breve, engañoso
paraíso

En tan estrecha gruta en carne
viva.

Herida fui en el gozo, en el
olvido

Libre me vi, desnuda y
desolada.

¿Para qué libertad
abandonada

Y palabras de amor en ciego
oído?

¿Para quién hambre y sed
en el sentido

Si me abraza la sombra
demudada?

¿Para quién alma y boca
enamorada

Si tengo el corazón de ausencia
herido?

No hay cicatriz en esta piel
serena

Que manifieste con su oscuro
sello

La fiera luz que arde en cada
vena.Íntimo fuego del que soy destello:

A brasa fiel mi boca se condenaPara
mirar arder tu fino cuello.

AUSENCIA

Carmen González
Huguet

Cúbreme, amor, el cielo de la
boca…                                       
Rafael Alberti

AIRE SÓLO, FERVOR QUE CALLO Y
DIGO…

Aire sólo, fervor que callo y
digo,palabra que te nombra y te delata,que te eleva en su vuelo o
te maniata:en mi boca te encierro o te prodigo.

Te dejo a la intemperie o al abrigo,te
guardo en ventisquero o en fogata.

Pródiga, codiciosa catarata,vas
en mi labio como fiel testigode todo lo que en él pones y
eres,de todo lo que en él tu sed convocay de lo que en su
amor beber quisieres.

Silencia esta ebriedad que el labio
alocay con el agua en que dichoso muerescúbreme, amor, el
cielo de la boca.

ME DEVORA LA BOCA QUE ME
BESA…

Carmen González
Huguet

Me devora la boca que me besa,me
erosiona la voz que me acariciay me da vida la tenaz seviciade tu
labio trocado en fiel pavesa.

Me asesina la mano que confiesalo que
la voz no eleva a la cariciame edifica tu labio y su codiciaque
dilapida su lujuria aviesa.

Me reta y me sostiene tu locura,me
desalienta tu vivir sensato,me desarma y cautiva tu
ternura,

y en este canto preso que desatose me
enamoran alma, mente y bocadel mordiente clavel que las
desboca.

¿QUÉ VA A SABER EL SOL
DEL DÍA TRISTE?

Carmen González
Huguet

¿Qué va a saber el sol
del día triste?

¿Qué va a saber el agua
de sequía?

¿Qué va a saber la luz
de lluvia fría y el viento de la rama que
resiste?

¿Qué va a saber la llama
que subsistede cenizas que apaguen su
porfía?

¿Qué va a saber, por
fin, de la alegría esa nostalgia que su ser
contriste?

Ven que te explique ese fulgor
oscuro,ese dolor amigo, ese ojo ciego,ese frío
quemándome en el fuego.

En la piel que me siembras de
futurocoróname de espuma, oculta yema,que es jazmín
del que sabe y del que quema.

BARRILETE

Claudia Lars

Alta flor de las nubes

— lo mejor del verano

con su tallo de
música

en mi mano sembrado.

Regalo de noviembre,

nuevo todo los
años;

para adornar el
día,

para jugar un rato.

Banderola de fiesta

que se escapa,
volando…

Pandereta que agita

remolinos lejanos.

Pececillo del aire

obstinado en el salto;

pájaro que se
enreda

en su cola de trapo.

Luna de mediodía

con cara de payaso;

señor del
equilibrio,

bailarín del
espacio.

Ala que inventa el
niño

y se anuda a los
brazos.

Mensaje a lo celeste.

Corazón del
verano.

LA CASA DE VIDRIO

Claudia Lars

Puerta de cristal el
día,

pared de cristal el
aire,

techo de cristal el
cielo…

¡Dios hizo mi casa
grande!

Ventanas de maravilla

sobre escondidos
lugares:

el sendero de las hadas

y el camino de los
ángeles.

Cuelgan las enredaderas

sus cortinas de
volantes;

la hierba fina es
alfombra

de mariposas fugaces.

El agua clara del
río

cuaja un puente de
diamante;

hay libélulas de
nácar

y pececillos de
esmalte.

Risa y canto se
persiguen

en giros de juego y
baile,

¡Columpio del
alborozo

entre los gajos
fragantes!

Palabra limpia y
sencilla

como la flor del
lenguaje;

regazo de la ternura

donde las lágrimas
caen.

Trigo de la espiga
nueva

para harinas
celestiales;

amor que leche se
vuelve

en el pecho de la
madre.

¡Mi casa es
bendita,

todo ella vive y cabe,

y puedo mirar a Dios

a través de los
cristales!

NO JUEGO A SOLDADOS

Claudia Lars

No me den clarines.

¡No juego a
soldados!

Es clara y perfecta

mi casa de cantos.

Bandera de sol

izada tan alto

que puede mirarse

por rumbos lejanos.

En la mano amiga

pájaros
confiados.

La rosa de todos;

de todos el grano.

Ronda que comienza

trenzando el
milagro…

Inicial del a tiempo

sin hora de llanto.

Frente coronada

con ensueños
blancos.

¡Mi panal de amor

no lo exprime el
diablo!

EL PAJARITO BOBO

Claudia Lars

Ha bajado del
árbol

el pajarito bobo.

¡Siendo el cielo tan
ancho

se acurruca en el
polvo!

Aunque cantar no sabe

tiene piquito de oro:

para alisar la pluma,

para buscar el piojo.

Mediodía de
marzo…

¡Qué parlanchín el
loro!

Juegan "a cuatro
esquinas"

guacalchías y
tordos.

¿Por qué tan en
silencio

el pajarito bobo,

con las alas
caídas,

con el sueño en los
ojos?

¿Piensa en el
gusanito,

gusanín,
gusanongo,

confite de
cumpleaños,

bocadito de antojo?

¿Quiere picar el
grano,

beber agua del chorro,

y alcanzar, sin
moverse,

la polilla del tronco?

Ninguno tan confiado,

nadie tan perezoso.

¡Habrá que darle
cuerda

al pajarito bobo!

DEVOCIONARIO

David Escobar Galindo

I

La paz no necesita de los
héroes. el heroísmo de la paz es
otro.

Es un sereno paso sin angustia por
aquel campo en que acechaban minas.

Y es sobre todo ese convivió
afable de la diversidad de los anónimos.

II

La paz cierra la cripta de los
mártires y los deja dormir, para que olviden que la tierra
es el sitio pavoroso donde todos los miedos son
posibles

Bien se merecen su corona de oro, bajo
la condición de que se duerman.

III

La paz no la hace nadie. Se hace
sola.

Lo importante es sembrar una
semilla.

La gente piensa que la guerra es
fuerte: ¡Qué va!

La guerra es sólo un
aneurisma.

Alguien la pincha, y se desangra
toda.

La paz en cambio es la verdad de un
árbol.

IV

No me pregunten por qué soy
pacífico.

Es algo natural, quizás
congénito.

Esto es lo que talvez muchos no
entienden

Que no todo poeta es un
revólver.

Por mí, que los
revólveres se esfumen.

Eso sí: No me toquen a la
rosa.

EL DIOS DEL AIRE(Sueño tras la
batalla de acaxualt)

David Escobar Galindo

La flecha que en el muslo de Alvarado
clavarasu rúbrica de fuego,

levantóse en un chorroque,
luego repartiéndose en huacales de morro,

fue a temblar en las piedras
cinceladas del ara.

El aire reflejó mil caras en la
caradel tiempo.

Entre las nubes de
polvo,

el abejorrovio despertar al hombre
dormido en su chinchorro

y un lucero terrible fue el dolor que
volara.

Por la trenza del aire con el fuego
escurrióse la historia de este pueblo que siempre
madrugara

para llegar al sueño al filo de
las doce.

Y al filo de las doce
–mediodía que ampara– el aire alzó entre espasmos
de nostálgico goce

la flecha que en el muslo de Alvarado
clavara.

EL REENCUENTRO

David Escobar Galindo

No te encontraba, Dios, desde hace
tanto.

Es cierto: te rezaba, te
pedía;

pero eso es sólo la ansiedad
que envía sondas de luz desde el vital
quebranto.

Hallarte es otra cosa.

Es otro encanto, otra
necesidad.

Y hasta diría que es la
más entrañable fantasía:

gozar de tu memoria el
adelanto.

Y eso es lo que hago ahora: te
disfruto, sin la intimidación del absoluto; ya puro
corazón que te consume.

Sorbo tu voz y tu silencio, a
una.

Y, sin pedirlo, tengo la fortuna de
respirar a ciegas tu perfume.

EL VERBO PATRIA

David Escobar Galindo

Este sabor del verbo
Patria,

mezcla de azúcar y de polvo,que
nos enciende las palabrascon un acento soledoso,

eco de espuma sin memoria,pulso del
verde río históricoen que lavaron sus escoriaslos
oscuros y los gloriosos,

porque la Patria es una lumbredonde
todos somos iguales: el que ordeña a primeras
luces

y el que asierra los conacastes,el que
hace figuras de barro

y el que escribe tímidos
versos,la que vende en nuevos mercados

y el que pone su firma y sello,los que
levantan edificios

y los que entierran
tuberías,los que enseñan los
logaritmos

y los que cantan en las
misas;

y es un color de vieja
músicaque cruza humanos territorios,

mezcla de sueños y
penurias,mezcla de azúcar y de polvo…

Este sabor del verbo
Patria,encarnación del viento que habla.

EL AYER

David Hernández

Como una cadena de
sucesos

donde mi destino de
nómada

se filtra
sarcástico

tintineante entre el amor y la
locura

sobresale el pasado y sus
alucinaciones.

Un veneno dulce

que alguna añeja canción
expulsa

de su melodía

me recuerda las primeras
canas

que empiezan a
poblarme.

LA VIDA

David Hernández

Un soplo mínimo y
eterno

tan largo

como el instante
mágico

de una tarde en el
campo

cuando mi abuelo

mascando caña dulce
recién cortada

me narró su larga
historia

mientras un caballo
relinchaba

en el patio.

AMOR COSACO

David Hernández

No quedó nada
material

de aquél amor.

Sólo deseos

años
después

– para el regreso desde la muerte a
esta tierra de nadie-

de escuchar a larga
distancia

esa misma voz

que confirma mi
defunción

inunda de soledad la amarga
sonrisa

que nunca más será la
misma.

NAUFRAGIO

David Hernández

El amanecer no era motivo de
alegría

ni la felicidad de sombras y
siluetas

celebrando una fiesta popular en las
esquinas

acompañadas de ebrias
balalaikas

y acordeones.

La nieve

la presunta próxima
primavera

y el ruso sol opaco
derritiéndose en la mañana

no borraron de la
memoria

los ranchos campesinos que se hicieron
invisibles

desde un lejano avión
fantasma

la última vez que estuvé
en mi país.

Amanecí

en una extraña nube al otro
lado de la esperanza,

lejos de mi tribu,

con la egoísta
satisfacción del que ha escapado

a una tormenta.

Pobre de mí,

este naufragio en vida,

no tocó ni tocará
jamás puerto seguro.

DEL LIBRO APOLOGÍA DEL
CINISMO

PALABRA Y TIEMPO

(Paréntesis
kantiano)

Federico Hernández
Aguilar

Para callar no necesito mi
silencio.

Me muevo.

Se mueve la hoja que cae y no lo
sabe.

El aire es la denuncia natural del
tiempo.

Para callar no necesito mi
silencio.

No puedo remover una
pestaña

sin tocar un rostro.

La palabra es injusta si la
tengo.

Para callar no necesito mi
silencio.

Necesito tiempo.

SONETO DEL PERDIDO
TIEMPO

Federico Hernández
Aguilar

Ahí donde el instante es un
recado,

donde muere de prisa una
palmera,

el reloj es la duda
pasajera

de una caricia que aprendió el
pasado.

Vivir y haber vivido:
¿Quién —alado—

sobre las crestas de las horas
fuera

visitante de honor en cada
esfera,

espacio, tiempo, dimensión o
estado?

Pues el minuto, sin querer,
devora

las entrañas del tiempo en cada
hora

que finge el suave rostro de la
espera,

es en los huesos donde el alma,
ruda,

penetra los abismos y
desnuda

con otra exactitud tu vida
entera!

CREACIÓN DE UN
ALMA

Federico Hernández
Aguilar

I

Acércate…

No temas a la luz.

¿Sabes de dónde
vienes,

En qué memoria abreva tu
pudor?

No, no huyas…

No te alejes…

La vida te espera

Y su obligación es
impacientarse.

II

Tu primera reacción es de
temor

Y es porque nada
sabes…

La ignorancia es codiciosa
compañera:

Desde ya te rondan sus
caricias.

Ella estrenará tu
carne,

Pero sólo tu
carne.

Tú lo estrenarás
todo,

Menos el miedo.

III

Ninguna vida es
inocente.

(De ello me hablarás a tu
regreso).

Por lo pronto,

Asómate

Y no temas…

La eternidad no corre por tu
cuenta.

DISTINGUIDAS
CARRASPERAS

Federico Hernández
Aguilar

Hay quien tose

—recurso de flemas
incluido—

bajo la timidez de una
ventana,

como jodiendo,

como por gusto.

Y tose con elegancia,

con discreto y amable
desenfado,

como extrayendo mariposas del
esófago,

sin voluptuosidades
abdominales

o posturas forzadas.

Cualquier excusa es
buena:

la impertinencia del vicio
vecino,

el polvillo de un libro
arrinconado,

la pluma de un faisán que se
venga,

un mal trago de vino
tinto,

el irritante perfume de la Sra. Von
Krause…

No es útil pedir
pañuelos

porque no hay gripe de por
medio

o infecciones de músico
precoz.

La mano — cerrada en
puño,

convenientemente —
basta

para demostrar a los distinguidos
comensales

que se puede toser con
gallardía,

propiedad y buen gusto.

La invitación al
banquete

incluye no comer,

pero es imprescindible
atragantarse.

ATLACATL, EL JOVEN, AL
ZENZONTLEFrancisco Gavidia

Avecilla misteriosa,   
                 
           

Que así tienes de la
hermosa               
       

  Un puesto en el
corazón,             
           

    Dividiendo el
señorío           
                 
 

Del que es dueño, que es el
mío               
                 
               
 

  De un león;   
     

¿Por qué dejas su
camino?               
         

  ¿Anuncias el mal
destino?               
                 
                 
     

  Es esperar     
   

Es tormento y es arrobo:   
                 
       

La hizo presa el puma?

Un Lobo?       
                 
                 
         

Algún jaguar?   
 

  ¡Por el sol!… No puede
ser:               
     

  Mas es bella y es
mujer!…               
         

¿Dime si estamos, por
Dios,               
         

En su corazón sencillo, 
                 
       

  Sólo los dos,
pajarillo,               
                 
             
 

  ¿Solo los dos?… 
 

          LA
FLOR DE IZOTE

Francisco Gavidia

La girándula hermosa 
                 
 

Que suspende al poeta, — 
             
 

El izote, a que llaman bayoneta, 
       

¿Qué anuncia o
qué defiende           
   

Con sus explosión de
espadas?           
 

Pues, —la yucca gloriossa 
             
 

Que sabe en sus raíces el que
sabe;       

Las llamadas mandioca;   
             
 

Y del gran Bello "blanco pan"
llamadas.   

Y hecha pan es cazabe;   
             
 

Y lo que más bien sabe,
—               
 

En la más noble sopa, es la
tapioca.

EN LA ÚLTIMA PÁGINA DE
EL INFIERNO DEL DANTE

Francisco Gavidia

¡Oh tú que tienes los
cabellos canos!       

Tú, dime: en el camino de la
vida,           

¿Nadie llega hasta el fin de la
partida     

La frente pura, cándidas las
manos?               
                 
                 
   

Dime si por ventura son hermanos 
           

Egoísmo y virtud, fuerza y
caída?         
 

¿Nunca entran sin terror a la
escondida     

Mansión de los recuerdos, los
ancianos?               
                 
               
 

El juez, el acusado y el que
acusa           

Se miran con rubor que a todos
quema:       

Herencia de maldad
¿quién te rehúsa?       
                 
                 
           

¡Poema del rey Pecado es tu
poema!           

Dante; ¿quién
está en pie?

Tu noble Musa   
 

Clamando sobre todos
¡anatema!             
 

NEUROSIS

Francisco Gavidia

Sabe que es el espíritu un abismo                 

Y el corazón un mar:Así es que dentro llevo de mí mismo

A la vez una y otra inmensidad.

Mis nervios, arpa viva, en el ramaje

Cuelgan del árbol de mi cuerpo y dan

Un gemido al pasar por su cordaje                 

 La tempestad.

DIMENSIÓN DE LA
ESPERANZA

Hugo Lindo

Tierra, madre marchita y
ampulosa,

Madre vencedora y
vencida,

Regazo de la hiena y de la
mariposa,

Del santo y del
homicida:

Creemos en tu ruda maternidad, en tu
dolorosa

Pasión de ser el sitio de la
vida.

Creemos en tu lloro
fecundo

Que hace crecer la mies y madura la
poma

Y riega sobre el mundo

Con excelsa locura

La virtud, el amor y la
aventura,

Y el trino y el color y el
aroma.

Y pues somos creyentes de tu
rito,

Apáganos ya el
grito

Del hombre mutilado, de la virgen
desnuda,

Del niño escarnecido y de la
viuda…

Brillen de nuevo en la
campiña

Los prados de
esmeralda,

Y florezca la
niña

Que recogía moras en su
falda.

Sea dado rezar como otras
veces

—mas no al igual que los
abuelos

que elevaban sus preces

al reino de los
cielos:—

Mezclada la oración con el
trabajo,

Vencidos los blasfemos,

Dios será con nosotros
aquí abajo.

Y entonces rezaremos,

Puestos a la otra orilla de la
guerra,

Con el pecho frutal, con el alma
encendida,

Una oración, de pie como la
vida:

"¡Padre Nuestro que estás
en la tierra…!"

FÁCIL PALABRA

Hugo Lindo

Teníamos que decirnos muchas
cosas

Y no hallábamos
cómo.

Era mejor así. Corría el
tiempo

Y envejecíamos con
él.

Y eso era hermoso.

Porque pensando apenas, o sintiendo o
pensado

O nada más
sintiendo

Adivinábamos

Lo que es el zumo de este
testimonio:

Teníamos que decirnos muchas
cosas,

Pero
¿cuáles?

¿Y cómo?

HONDURA DEL DOLOR

Hugo Lindo

¡Qué lección
aprendiste de la tragedia, oh tierra!

Se te empapó la carne de
silencio infinito,

Las cruces te brotaron como
árboles de guerra

Y las aves trocaron su canto por el
grito.

Sentiste que corría sobre tu
piel la ausencia,

Que el llanto de los hombres te calaba
los poros,

Que hasta la hierba estaba urgida de
clemencia,

Que eran de polvo y sangre los
ansiados tesoros.

Viste pasar la inmensa caravana de
viudas

Con los hijos a cuestas. Los
jóvenes de antes

Retornar con las cuencas vencidas y
desnudas,

Con los miembros rasgados,
lívidos y sangrantes.

Laceró tus oídos el
lamento blasfemo

De aquél que fue a la muerte
por el amor asido,

Y retornó a encontrarse con el
dolor supremo

De la copa vacía y el lecho
envilecido.

Escuchaste el crujido de la
máquina fuerte

Que sucumbió al empuje del
enemigo artero,

Y al capitán marino que
desafió a la suerte,

Lo hallaste entre residuos de
carbón y de acero.

LEPANTO

Hugo Lindo

Lepanto. Las galeras
venecianas

Tremolan sus pendones. Hay un
surco

De fuego entre las áncoras
cristianas

Y las quillas del
turco.

Ruge la mar, ahita de
pavores.

Se alzan las medias lunas y las
cruces

Y el aire se ensordece de
atambores

Al trueno rojo de los
arcabuces.

El jefe veneciano,
Barbarigo,

Tiene un velo de sangre sobre el
ojo;

Pero aún está de pie, y
el enemigo

No ha logrado templar su fiero
arrojo.

Don Juan, el Serenísimo,
avizora

La galera cristiana en donde
está,

Clavada en una pica
vengadora,

La cabeza feroz de Alí
Bajá.

Al frente de la nave "La
Marquesa"

— viva estatua de carne, humano
cedro—

Alienta a los titanes de la
empresa

El Capitán Francisco de San
Pedro,

Cuando del fondo del navío,
advierte

Surgir una figura
desolada

Cuya color es de
amarillo-muerte,

Que sólo tiene vida en la
mirada.

DE A VUELO DE
PÁJARO

José Luis Valle

I

Nunca la magia

Ha necesitado de magos

Ni apologistas

II

Hoy,

La magia pura

Purisísima

Hizo su arribo

Al jardín
Munés.

Frente a frente

La vi

Y por

Eso

Intento

Dejar

Constancia,
confesión

Escrita, jurada.

III

Son

Dos pichones de
tórtola.

En el corazón de un
clavelero.

Desnudos. Íngrimos. Sin
plumas.

Sin seguro de vuelo.

Mucho menos de vida.

Sin ojos visibles. Sin
pañales.

Sin nombre ni apellido.

Menuditos como
almendra.

Magia pura. Insisto.

Menuditos, frágiles,
indefensos.

Si

Es

Que ya ensayan

Canto,

Ensayan para adentro

En secreto.

Murmurando amores y
solfas.

Bisbiseando
perplejidades.

Hacia

Adentro. Hacia adentro.

Quedo

Bien quedo.

IV

Porque cantar

Hacia fuera

Es un oficio

Que

Se

Aprende

Lento,

Lento,

Meditando, pausadito,

Piano pianito,

Al oído,

Para decir bien dichos

Los hechos,

Lo que queda del mundo,

Los erizamientos,

La electricidad y los
imanes

En la piel de las hembras más
hembras.

En fin, en fin

Para decir los puntos y
comas

De

La vida,

Sus golpes altos

Y bajos,

La sí y la no
justicia,

Las pasiones suicidas,

Los cantos de sirena
politiquera,

La demagogia

Y la
triquiñuela,

Envueltas en papel
higiénico

Y discurso electorero,
diarreico.

V

La magia

De la que hoy hablo

Es magia

Sin bemoles

Ni verrugas.

Magia simple y llana.

Sin ases en la manga.

Sin

Máscaras

Ni juegos de cúcara
mácara.

VI

Y por esta única
vez

Nomás,

Celebro que ningún
espantapájaros

Esté de guardia

Ni merodee el nido
perfecto

De estos pichones

Síntesis del universo, la
existencia,

El beso, la pluma, el vuelo, la
nada,

El verbo, la matemática del
misterio,

La síntesis

Del todo, el fermento

De filosofías

Y ditirambos.

VII

Digo estas cosas
cotidianas,

Rutinarias,

Para que no lo sean
tanto.

Para que dejen

De ser

Comunes y corrientes.

Porque al fin de
cuentas

Y diatribas,

La poesía

Vale más,

Mil millones de veces
más,

Que las bolsas

De valores fraudulentos

De Nueva Cork,

Londres, Roma,

Bonn, México DF, tu
madre,

Etcétera.

VIII

Por eso es que estas
cosas

Las escribo

Y explicito

Así, sin adornos

Ni pelos en la letra,

Así,

Temblándome la
mano

Y los sentidos.

Así. Para que estas
cosas

Tan mágicas

De la existencia

Y su reproducción sin
tregua,

Sigan
enterneciéndonos,

Maravillándonos,

Devolviéndonos la
inocencia

Perdida

Hace milenios…

IX

Maravillándonos.

Como al principio del
principio.

Cuando el planeta

Y la célula embrionaria,
primigenia,

Eran nada más

Y nada menos

Que dos pichones

De Señora
Tórtola

Que no cabe entera

En éste

Ni ningún

Otro

Poema.

¿DE HIJOS SUYOS PODERNOS
LLAMAR?

José Luis Valle

1

Chico Andá
Bañate,

Muerto de una pedrada

Que él mismo le tiró a
la vida.

La Pedrina santaneca,

Lavando sus afeminadas
arrugas,

Y las manchas visibles de su
tristura.

Chinto Chenga de
Sesori,

Apuñalado al salir de la
iglesia,

Un viernes santo. Por una
tortilla.

Changuito, de Sesori,
también,

Enamoradísimo de su sombra
alcohólica.

La Hierbabuena y su hijo
alcapate,

Que arrastraron su
indigencia

Por las callejuelas

De San francisco,
Ahuachapán.

La Loca amparo en su
desamparo.

La Juanita Tanates,

Sacándole ojos y
secretos

A gorriones y grillos.

El tío Chilo se cortó
las venas

Cuando descubrió
pelos

En la sopa

Amorosa.

Fosforito, el carterista de La
Vega,

Murió sin
encenderse

Ante las sombras ni los
asombros.

Fosforito que miraba sin
ver.

Fósforo pequeño sin
arder.

La Quiebracatres enterrada en
petate.

El tío Manuelito
Sonámbulo,

Violado por la
siguanaba.

El Patas Heladas,
incinerándose.

Las hermanas Joroba,

Haciendo bien de ojo

A los adultos más
niños

Que las
maldecían.

Todos personajes reales

De la amargura popular,

Que nunca tuvieron
infancia,

Juventud ni estrella
buena,

Siquiera para navidad.

DE LA OTRA CARA DE
MONSERGA

2

Personajes de carne y huesos
añejos,

Que nacieron y vivieron
muriéndose,

Como lunares o
pólipos,

A la siniestra de Dios
Padre,

Con la vida en un hilo
inexistente,

Personajes marginales

Que el sistema maldice

Y condena antes de que
nazcan;

El hazmerreír

De la marunta

Y los comegentes más
bestias.

A la siniestra de Dios
Padre.

En El Salvador de la amargura
popular.

CAMINAR

José Roberto Cea

Caminar en las rosases tener un amor
especial y rotundo por las blancas palomas;

es olvidar por un momentola
caída celeste de la lluvia,es apagar el agua, purificar el
cuerpo,nacer para la aurora¡Y retener el
sol…!

(Llevar canciones en las manoscomo
lámparas de azules encendidosmás allá de la
luz y los cocuyos

¡Es elevar un grito de
protesta!)Caminar sin caídassobre el vino más dulce
de las vocesante el vidrio sin fondo del crepúsculo,frente
a la incertidumbre de los viajes¡Es levantar la
frente!

Caminar siempre ha sidomi querencia
más vieja y desmedida

¡Y aquí
estoy…!

MI SOLEDAD

José Roberto Cea

Hoy he visto caer de mis ojos la
sombra.

como un viaje cansado;y dejó mi
soledadcómo ciudad deshabitada de estrellasy perros que
nos ladran;

sin la novia prendida en el
recuerdo,

sin el beso primero que nos
llenó de asombro,

sin amables señoras que nos
dicen:"

—Cómo está, joven,
buenos días.—"

Sin éste mundo amargo y
cotidianoque nos duele en el pecho,

como la muerte del pastor de
caracolesque murió sobre la arena

y apareció su viaje desnudo
ante el crepúsculo…

¡Dejó pues la sombra, mi
soledad vacía…!

Mi soledad
vacía.

Tremendamente sola.sin un grito
siquiera.

¡Sin mis huesos!Sola.Sin
perfume.

¡Como un lirio quebrado en pleno
invierno!

Pura.Como un ángel
despiertosigue mi soledad.

ÓPTICA

José Roberto Cea

El poste que distingoen el extremo
norte de la calle,

donde mi habitación enciende su
ternura,parece un lirio aéreo,

vertical y desnudo,que perdió
sus ojos y su lengua.

Un automóvil pasó
desesperadoquebrando con su ruido de mariposa negrami momento
más puro….

Todo es así, en el instante
exactode retener lo amadoo escribirlo en el fondo más
rojode la sangre más honda.

BIRTH CONTROL

Manlio Argueta

Esta noche no dormiremos
juntos,

Hay sarampión en la ciudad y
podrías

Quedar embarazada, cosa
grave:

Parirías un monstruo, una
flor.

Morirías entonces de
pesar

Y yo de frustración me
moriría.

Esta noche no dormiremos
juntos.

No bese esta piel de perro en
celo.

No me hagas caer en
tentación.

Podrías concebir lo que no
quiero.

Además, mejor vivir sin
hijos

¡por Dios! Con tanta mala
suerte.

EL PARAÍSO

Manlio Argueta

Fuera de Dios, a todos roe la
miseria…

En el día primero, cuando la
misma canción en la memoria:

¡El que llegue por último
es una sabandija!

¡Pobres de los que
faltan!

Pero alguna ventaja hemos ganado. A
quienes combaten la pobreza

¡Mil anos de felicidad! Y a
quienes la defienden !mil años más!

No es culpa de los hombres que la
miseria sea una realidad

Independientemente de nuestros
sentidos:

El corazón tiene razones que la
razón no comprende.

Fuera de Dios, a todos roe la miseria.
Pero no a todos les fue

Dado combatir la miseria a costa de la
riqueza de unos pocos.

Las guerras de la propiedad nos
hicieron dejar los dientes

En la tierra de los combates, la
sangre en las espadas

De conquista.

Pero eso fue en el día primero,
cuando la misma canción en la memoria

¡el que llegue por ultimo es una
sabandija!

Y los reyes con sus nalgas de
nácar y las princesas de sangre

Dudosamente azul. Y las hijas de los
gobernantes

Hadas madrinas de la belleza como una
vágala niebla metafísica.

¡El que llegue por ultimo es una
sabandija!

Y llegan los ostentadores de riqueza
en primer lugar

Y no tienen la culpa de su mayor
velocidad. Y no tienen

La culpa desde los días de la
creación: el árbol

De manzanas, nuestros órganos,
la culebra, Adán y Eva

Bellamente desnudos. La miseria es una
realidad

Desde los días primeros: Eva
con voracidad de pecado,

Adán y su papalota negra en el
aire. Pero aquí no pasa nada.

¡El que llegue por ultimo es una
sabandija!

Y seguimos llegando. Pero aquí
no pasa nada, cada quien

A su cueva, ¡por
Dios!

Cada quien a su cueva o comienzo a
morder a todos,

Cada quien a su cueva… o
comienzo a morder a todos.

HORA DE LA COMIDA

Manlio Argueta

He aquí la mesa donde comemos
todos… Yo se muy bien,

Afirmar la pobreza es una forma de
multiplicarla. Pero si digo

Historia de familias comenzare
diciendo nosotros somos pobres,

Pobres como decir mañana
será otro día,

A sabiendas

Que no es una verdad
absoluta.

He aquí la mesa donde comemos
todos; mis hermanos, mi madre,

Mirándonos con
ojos

De personas solitarias, deseos de
convertirnos en maniacos depresivos.

El bocado que damos es intermedio de
parálisis, pues si este día

Pudimos sentarnos a la mesa .que
comeremos mañana?

Frente a la sopa de hierbas como
antigua postal

Gastada de mirarla mil veces, comer es
otra forma

De filosofía y la
seriedad

Es un sello que veda la puerta a las
verdades;

Nuestro conformismo, manera de
arrepentimiento.

En la época de las vacas
gordas, los hijos, las madres,

Los abuelos, las tías, cuando
llego la fiebre

Nos lo gastamos todo,

Nos lo gastamos todo cuando llegaron
las lombrices

Y nos salieron por la boca, la nariz,
los ojos.

Para no morirnos de hambre, mi madre,
mis abuelos

Se lo gastaron todo.

Tía Lastenia salio volando,
mejor manera de eludir responsabilidades.

Solamente la mesa donde comemos
todos.

De la vieja familia poco nos
reunimos

En la escena de postal: mi madre, mis
hermanas

Y esa extraña forma de
protesta. La mesa donde un mantel

Descansa su apacible sueno; el agua
traída directamente

Del pozo.

Y algo de silencio también; y
la repetida fórmula

De seguir más
pobres

Quejándonos de la pobreza
¡eso es lo peor!

Pero también mucho de suerte
¡mucho de suerte!

Porque no todas las familias se
gastaron una fortuna ni el oro

De los abuelos…

Muchas familias en la pobreza, pero
pocas familias

Tuvieron la suerte que gozamos
nosotros

De no morirnos de
hambre.

PROMESA

Manlio Argueta

Juro no morirme jamás. No
sublevarme.

No decir la verdad cuando nos
duela.

Ofrecer la mejilla cada
vez

Que me ofendan. A los
pobres

Daré limosnas. Comeré
pan duro

Para ser bueno
contados.

Solo dinero (pues no tengo
nada)

No habré de repartir…
Después morir

Tranquilamente, libre de
pecados,

De bronconeumonía o de un
callo

En el pie

O de un catarro en el
alma.

EPITAFIO SOBRE LA TUMBA
PERDIDA

Mario Noel
Rodríguez

Los poetas trazan breves abismos con
sus espadas de laurel.

En pose de aprisionar algo
soñado, besable,

juran recuperar el perdido reino del
asombro.

Envueltos hasta los huesos en banderas
arrebatadas como fuego,

gastadas de levantarlas por la patria
personal,

la cruel de las
madrugadas,

la que siempre truncó los
regresares.

Rompen en abrazos con la electricidad
de los hermanos

y nada más embriagador que los
viejos himnos rebeldes.

Tanta vuelta para condenar tanta
muerte,

golfa que escarba ciega,
absurda,

con derecho a saber nuestros amores y
miserias.

HAMBRE

Mario Noel
Rodríguez

Sirvo la gelatina a los
cercanos-lejanos,

a los lejanos-cercanos,

de fondo esta pared con inscripciones
inspiradas en el destierro.

Vuelvan al amor que se
enseñó a puñaladas,

ni imaginan el rumor de ser
desarmónico,

buscar ventanas en el crematorio de
las metáforas.

Tíldeseme de
Huidobrofrío.

Huidobrosombra.

Huidobroduda.

Huidobrosismo.

Llámeseme como
sea.

No descansaré de invocarlos con
mi antena rebalsada de líquenes,

con estos libros que roban horas a los
hijos.

¿Me escuchan?

¿Saben que soy sitio habitado
por calaveras,

por sombras cruzadas a
cañonazos,

por infancias cremadas en
dictaduras,

por la voz de mamá pintando
semáforos en el cielo?

La poesía los convoca y
calla.

Saca de su andar cojitranco,
alocadamente,

fotos de las tardes
profundas.

Vengan a la prometida
mesa,

en el centro se alza preciosa la
tortilla,

sol que niega otras
hambres.

PARA DESVESTIR A UNA
CEBRA

Mario Noel
Rodríguez

No hables de paisajes a la más
bella de todas.

La sola voz enturbiaría su
corazón.

Preferible si el incienso inunda de
cortinas,

invade con la tibieza de otrora
horizontes.

Besa su asombro,

despacio muy despacio dile su beldad
en letras de coral,

corónala con los ojos
cerrados.

Cuando llegue la desnudez
–portera del paraíso-

cúbrela de mimos

y cuelga la piyama en las estrellas
más lejanas.

RENDIJA

Mario Noel
Rodríguez

Tufo a vida eterna tiene la amante del
Príncipe,

olor a cuello después de la
entrega.

No hay métrica para decir sus
caderas trabajadas en jade,

el sudor del corazón vibra y
huye.

Música barroca entra a su
pelo,

querubines entonan lenguas muertas en
su soñado ombligo.

Escultores sin patria, al imaginarla,
lloran de tanto cielo.

Plebeyos susurramos odas a esa boca
perdida en su bermellón,

ignora la dispuesta maquinaria de
nuestro oculto volcán.

No es justo que se abandone a la
tiranía de su mano.

¡Ave, musa!

¡Ave, soberbia escalera a los
infiernos!

DISTANCIA DEL NIÑO A LA
ROSA

Oswaldo Escobar Velado

Altura de la rosa detenidapor la mano
del niño silenciosa.

De la rosa hasta el niño no hay
medida;y del niño a la rosa sólo hay
rosa.

En su mano que juega rumorosa,en alas
de fragancia sostenida

o en aroma de sombra
milagrosapermanece la rosa, consentida.

La rosa para el niño es
juguete.

Y la gracia que en ella se
somete

En la mano del niño se
resume.

Si vuela de su mano
primorosa,

Es que el niño creyó era
la rosa

Su blanca papalota de
perfume.

DISTANCIA DEL NIÑO AL
CIELO

Oswaldo Escobar Velado

El cielo sobre el niño
está en el niño.

El niño bajo el cielo
está en el cielo.

El niño para el cielo es un
cariño.

Y el cielo para el niño es un
anhelo.

En la mano del niño es el
pañueloun pedazo de cielo en
desaliño.

La nube es un pañuelo en el
corpiñodel día que perdió su
guardapelo.

Ni distancia, ni beso, los
separa.

El niño toca con su mano
clarael cielo que se abre en cada rosa.

Hay un niño en la estrella que
más brilla,

y un cielo hay escondido en la
mejilla

y en la frente del niño que
reposa.

Partes: 1, 2, 3
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